viernes, 12 de septiembre de 2008

MUJER QUE DICE CHAU


Me llevo un paquete vacío y arrugado de cigarrillos Republicana y una revista vieja que dejaste aquí. Me llevo los dos boletos últimos del ferrocarril. Me llevo una servilleta de papel con una cara mía que habías dibujado, de mi boca sale un globito con palabras, las palabras dicen cosas cómicas. También me llevo una hoja de acacia recogida en la calle, la otra noche, cuando caminábamos separados por la gente. Y otra hoja, petrificada, blanca, que tiene un agujerito como una ventana, y la ventana estaba velada por el agua y yo soplé y te ví y ése fue el día en que empezó la suerte.

Me llevo el gusto del vino en la boca. (Por todas las cosas buenas, decíamos, todas las cosas cada vez mejores, que nos van a pasar).No me llevo ni una sola gota de veneno. Me llevo los besos cuando te ibas (no estaba nunca dormida, nunca). Y un asombro por todo esto que ninguna carta, ninguna explicación, pueden decir a nadie lo que ha sido.


Eduardo Galeano (De "Vagamundo", 1973). No hace falta decir para quién es, tan solo añadiré una cosa. Tuviste compañera y la despreciaste, la vida no hace pasar un tren dos veces.

martes, 9 de septiembre de 2008

DOS. EL AULLIDO DEL LOBO ESTEPARIO

Y el lobo se convirtió en serpiente, en víbora aspid dispuesta a morder. Culebreante, venenosa, se acercó silenciosamente hacia la loba que dormía confiada.
Fue un mordisco rápido, hecho sin cuidado, la loba solo notó algo entre su pelaje, se fue envenando poco a poco. El aspid se había alejado ya, no había esperado a ver la agonía, le había picado por placer, marchándose sin ningún atisbo de preocupación.
La loba se despertó, era muy fuerte pero el veneno ya inundaba todo su cuerpo. Miró a su alrededor y comprendió que había pasado. Arrastrándose penosamente salió de la lobera, el resto de alimañas la esperaban, esperaban que le llegara la muerte y devorarla.
Débil, casi muerta, no quiso dejarse morder. En un último esfuerzo, se irguió sobre sus cuatro patas y los miró desafiantes, con los dientes blancos fuera como advertencia.
Detrás de ella, oyó unos pasos, se volvió viendo a otro hermano lobo. Este se puso a la par para que ella se apoyara en él hasta llegar a su destino.
No estaba allí para quedarse, sólo para ayudarla a llegar al final. En la orilla del río la dejó suavemente en el suelo, le acarició el hocico y se marchó. Se acercó más a la orilla hasta dejarse caer en la corriente. Nadie la mataría, ella sería quien elijiera el momento así como la forma de su muerte.