Y el lobo se convirtió en serpiente, en víbora aspid dispuesta a morder. Culebreante, venenosa, se acercó silenciosamente hacia la loba que dormía confiada.
Fue un mordisco rápido, hecho sin cuidado, la loba solo notó algo entre su pelaje, se fue envenando poco a poco. El aspid se había alejado ya, no había esperado a ver la agonía, le había picado por placer, marchándose sin ningún atisbo de preocupación.
La loba se despertó, era muy fuerte pero el veneno ya inundaba todo su cuerpo. Miró a su alrededor y comprendió que había pasado. Arrastrándose penosamente salió de la lobera, el resto de alimañas la esperaban, esperaban que le llegara la muerte y devorarla.
Débil, casi muerta, no quiso dejarse morder. En un último esfuerzo, se irguió sobre sus cuatro patas y los miró desafiantes, con los dientes blancos fuera como advertencia.
Detrás de ella, oyó unos pasos, se volvió viendo a otro hermano lobo. Este se puso a la par para que ella se apoyara en él hasta llegar a su destino.
No estaba allí para quedarse, sólo para ayudarla a llegar al final. En la orilla del río la dejó suavemente en el suelo, le acarició el hocico y se marchó. Se acercó más a la orilla hasta dejarse caer en la corriente. Nadie la mataría, ella sería quien elijiera el momento así como la forma de su muerte.
Fue un mordisco rápido, hecho sin cuidado, la loba solo notó algo entre su pelaje, se fue envenando poco a poco. El aspid se había alejado ya, no había esperado a ver la agonía, le había picado por placer, marchándose sin ningún atisbo de preocupación.
La loba se despertó, era muy fuerte pero el veneno ya inundaba todo su cuerpo. Miró a su alrededor y comprendió que había pasado. Arrastrándose penosamente salió de la lobera, el resto de alimañas la esperaban, esperaban que le llegara la muerte y devorarla.
Débil, casi muerta, no quiso dejarse morder. En un último esfuerzo, se irguió sobre sus cuatro patas y los miró desafiantes, con los dientes blancos fuera como advertencia.
Detrás de ella, oyó unos pasos, se volvió viendo a otro hermano lobo. Este se puso a la par para que ella se apoyara en él hasta llegar a su destino.
No estaba allí para quedarse, sólo para ayudarla a llegar al final. En la orilla del río la dejó suavemente en el suelo, le acarició el hocico y se marchó. Se acercó más a la orilla hasta dejarse caer en la corriente. Nadie la mataría, ella sería quien elijiera el momento así como la forma de su muerte.

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