martes, 9 de septiembre de 2008

DOS. EL AULLIDO DEL LOBO ESTEPARIO

Y el lobo se convirtió en serpiente, en víbora aspid dispuesta a morder. Culebreante, venenosa, se acercó silenciosamente hacia la loba que dormía confiada.
Fue un mordisco rápido, hecho sin cuidado, la loba solo notó algo entre su pelaje, se fue envenando poco a poco. El aspid se había alejado ya, no había esperado a ver la agonía, le había picado por placer, marchándose sin ningún atisbo de preocupación.
La loba se despertó, era muy fuerte pero el veneno ya inundaba todo su cuerpo. Miró a su alrededor y comprendió que había pasado. Arrastrándose penosamente salió de la lobera, el resto de alimañas la esperaban, esperaban que le llegara la muerte y devorarla.
Débil, casi muerta, no quiso dejarse morder. En un último esfuerzo, se irguió sobre sus cuatro patas y los miró desafiantes, con los dientes blancos fuera como advertencia.
Detrás de ella, oyó unos pasos, se volvió viendo a otro hermano lobo. Este se puso a la par para que ella se apoyara en él hasta llegar a su destino.
No estaba allí para quedarse, sólo para ayudarla a llegar al final. En la orilla del río la dejó suavemente en el suelo, le acarició el hocico y se marchó. Se acercó más a la orilla hasta dejarse caer en la corriente. Nadie la mataría, ella sería quien elijiera el momento así como la forma de su muerte.



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